También ofrecemos Reposteria JC - para endulzar la vida.

La campera de retazos.
Sofía creció en una pequeña chacra cerca de las afueras de Montevideo, donde la moda era lo último en la lista de preocupaciones. Sus días transcurrían entre tareas de la tierra y la escuela del pueblo, siempre con la ropa práctica y resistente que su abuela remendaba con paciencia. Los únicos «vestidos» que conocía eran los de su tía para las fiestas familiares, pesados y algo incómodos. Para ella, la ropa era para trabajar y cubrirse, nada más.
Pero la vida tenía otros planes. Un día, una feria de diseño independiente llegó al centro cultural de su barrio, trayendo consigo un estallido de colores, texturas y formas que Sofía nunca había imaginado. Se detuvo frente a un puesto donde vendían ropa hecha con telas recicladas, piezas únicas que contaban una historia. Había una campera de jean con retazos bordados a mano, tan diferente a todo lo que había visto. Se atrevió a probársela. El tejido suave y las imperfecciones de los bordados la hicieron sentir una conexión instantánea. Era una prenda con alma.
No la compró ese día. Le parecía un gasto innecesario para alguien como ella. Pero la imagen de la campera, tan libre y original, se le quedó grabada. Empezó a mirar la ropa de otra manera, no como algo que se usa y se gasta, sino como una forma de expresión. Ahorró cada peso que pudo, a escondidas, con el objetivo de volver a esa feria.
Cuando finalmente tuvo el dinero, regresó, pero la campera ya no estaba. La desilusión fue enorme. Sin embargo, la diseñadora del puesto, una mujer de ojos amables, la reconoció. «¡Ah, la campera del río!» exclamó. «Se vendió, pero tengo una idea. ¿Te gustaría crear una tuya? Te enseño el proceso con retazos de aquí.»
Sofía, sorprendida, aceptó. Pasó las siguientes semanas visitando el taller de la diseñadora, aprendiendo a cortar, a coser, a bordar. Descubrió la magia de transformar telas viejas en algo nuevo y vibrante. Con cada puntada, sentía que no solo creaba ropa, sino que tejía una parte de su propia identidad. La campera final, hecha por sus propias manos con colores que reflejaban el atardecer en su chacra y detalles que contaban su historia, era mucho más que una prenda: era un manifiesto de su creatividad y su evolución.
Esa campera se convirtió en su favorita, su segunda piel. La usaba en la ciudad, en el campo, en todas partes. Con ella, Sofía no solo se sentía cómoda, sino poderosamente auténtica. La gente la felicitaba por su estilo único y le preguntaba dónde la había comprado. Las conversaciones a menudo terminaban con la historia de cómo la había creado.
Hoy, Sofía no solo se viste con ropa que ama, sino que también es parte de un colectivo de diseño sostenible en Montevideo, donde ayuda a otras personas a encontrar su voz a través de la moda consciente. Ya no ve la ropa como un simple cubrimiento, sino como un lienzo, una forma de arte personal. La mujer de la chacra que solo usaba lo práctico es ahora una diseñadora emergente, feliz de que su ropa no solo la vista, sino que cuente la hermosa historia de quién es.
KIMARA (echo con amor)